domingo, 14 de septiembre de 2014

Capitulo Dos: Misterioso

No tenía idea de cuánto tiempo llevaba así, comenzaba a desesperarme cada vez más, sentí como unos pasos se iban acercaban cada vez más hacia mí, hasta que finalmente, no sé como pero recupere el control de la situación, abrí los ojos rápidamente pero allí no había nadie, saque mi celular del bolsillo del tapado, para ver la hora, afortunadamente aún era temprano, me levante y camine tranquilamente hacia la escuela, mientras pensaba una y otra vez en lo que me había ocurrido.


El resto de la mañana transcurrió normalmente. Salí de la escuela a las doce y media del mediodía, no me sorprendió no encontrar a nadie en casa, Cristina solía ir con Marisa a la casa de su hermana todos los días, y Fabián trabajaba hasta la noche, así que, como dije, no era raro que yo me encontrara sola. Me dirigí hacia mi cuarto, estaba bastante cansada ya que no había podido dormir bien anoche. Arroje la mochila al suelo, y así sin más me tire en mi cama para sumergirme en un profundo sueño.





Caminaba por un camino en el medio del bosque, hacía mucho frio, junto a mi había alguien que sostenía mi mano delicadamente entrelazando nuestros dedos, era un muchacho, pero no podía ver su rostro. Nuestro aliento comenzaba a marcarse en el aire, hasta que finalmente comenzó a nevar, él se detuvo frente a mí y me dio un tierno beso en la frente, aun así no logre ver su rostro

– Lamento todo lo que paso, pero quiero que sepas que en verdad te amo, más que a nada en este mundo, solo que… ya no podemos estar juntos, después de todo lo que te hice, todo lo que tuviste que pasar por mí culpa. – Dijo, al momento en que una lágrima se me escapaba por la mejilla.




Abrí los ojos, estaba algo confundida jamás había tenido un sueño así, jamás había tenido uno a decir verdad, siempre que soñaba lo hacía con cosas que ya había vivido, eran más bien recuerdos de mi mente que se repetían en mis sueños.

 Mire por la puerta de vidrio que daba a mi balcón, aún era de día, habría dormido unas dos horas aproximadamente, decidí salir a distraerme un poco, me aburría sola en la casa, tampoco tenía mucho que hacer afuera, pero era mi estación favorita y pensaba aprovecharla.
 Tome mi bolso, coloque mi cuaderno y una birome, salí de mi casa y me dirigí al gran parque. Al llegar me senté en el mismo banco que esta mañana, puesto que era el que siempre acostumbraba, respire profundo el aroma a hojas secas que había en el aire “simplemente perfecto” pensé. 

Saque mi cuaderno y la birome, arranque una hoja e inmediatamente me puse a dibujar, quería plasmar en un papel aquel sueño. Empecé por los altos pinos seguidos de aquel largo camino, cada detalle que aún seguía fresco en mi memoria estaba pasando a ser parte de mi dibujo. De pronto soplo un fuerte viento que hizo que la hoja se volara de mis manos, me levante casi corriendo tratando de atraparla, pero esta finalizo en las manos de otra persona.   


Tenía el cabello corto de color castaño oscuro, sus ojos eran negros, su piel era algo trigueña, y era más alto que yo, bestia con un jean azul oscuro y una campera de cuero negra.

Miro mi dibujo por varios segundos, como si tratara de deducirlo, o algo por el estilo. Finalmente me miro a los ojos y dijo:

- Creo que esto es tuyo – Yo solo me quede allí, parada, no podía despegar mi mirada de la suya. Por un momento pude notar que a él le ocurrió algo parecido, que sus ojos conectaron con los míos, pero luego de unos segundos cambio por completo su rostro, lo torno más serio, se acercó hacia mí y me entrego mi hoja.


- Gracias – Le dije con una pequeña sonrisa.


- No ha sido nada – Pude notar que su voz había cambiado. – Por cierto, mi nombre es Joaquín – Agrego, mientras estiraba su mano para que yo la tomara.


- Samara – Dije mientras correspondía a ese gesto, el tomo mi mano y la llevo hasta sus labios para besarla, no pude evitar sonreír ante ello.


- Es un gusto – Dijo tras una pequeña sonrisa. – ¿Quieres sentarte? – Señalo  al banco que estaba junto a nosotros, yo solo asentí con la cabeza, y nos sentamos.


- ¿Dibujas? – Pregunto luego de varios segundos en los que ambos permanecimos en silencio, pero no era uno de esos silencios incómodos, al contrario.


- Se puede decir que si – Dije mirado al suelo – No tan bien – Agregue, para luego levantar la vista y encontrarme con sus ojos.

Continuamos hablando de muchas cosas, ningún tema en particular. Me comento que vivía en Barcelona  con su padre, pero que por el momento se iban a quedar aquí, por asuntos de negocios, me contó también que su madre había fallecido cuando él era pequeño, y que no tenía muchos recuerdos de ella. Cuando me quise dar cuenta de la hora, ya estaba anocheciendo.


- Tengo que irme – Dije mientras me levantaba del banco, de seguro que Cris y Fabián ya abrían llegado, y no tardarían en notar que yo no estoy allí.


- Claro – Suspiro profundamente, mientas se paraba justo enfrente de mí.


- ¿Nos volveremos a ver? – Le pregunte con una pequeña sonrisa en mi rostro. En verdad quería volver a verlo, me resultaba interesante, misterioso, me distraía mucho a su lado, y disfrutaba su compaña.


- Por supuesto que sí. – Dijo mirándome fijamente a los ojos, para finalmente darme un tierno beso en mi mejilla.

Creí que acordaríamos un día, y una hora para volver a vernos, pero no fue así, su respuesta no fue lo que esperaba.

- Bien. – Le dije, algo confundida. Y sin más, me fui.



La poca claridad que había en esta estación del año, comenzaba a desaparecer, para dar lugar a un cielo negro, acompañado de una luna que daba a notar que esta noche iba a llover. Ya era tarde, y yo nunca había llegado de noche a mi casa. Estaba a tan solo un par de metros de la puerta, metí la mano en el bolsillo de mi tapado para sacar mis llaves, cuando oí unos fuertes ruidos acompañados de un grito, que provenían de mi casa.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Capitulo Uno: Sensación Extraña

Todos sabemos lo que queremos, o al menos eso creemos, en la vida todos tratamos de no equivocarnos peno nos equivocamos al tratarlo, fracasamos y nos rendimos al ver que no podemos lograr nuestros objetivos y no nos damos cuenta de la realidad, la realidad es que es mejor fracasar cien veces que no hacerlo nunca, una persona que fracasa y sigue intentando tarde o temprano lograra su objetivo y será más sabia que el que nunca fracaso, porque de los errores se aprende...




Trataba de repetirme esas palabras todo el tiempo en mi cabeza para ver si así podría lograr ser una mejor persona y hacer que la mujer que me dijo esas sabias palabras, la que me crió desde pequeña se sienta orgullosa de mi, y de alguna manera tal vez así yo deje de sentirme una carga para esta familia.



Mi nombre es Samara y tengo 15 años, soy una chica como cualquier otra, mido 1,70, tengo el cabello castaño claro, piel blanca y unos ojos de un tono verdoso y a la vez dorados. Pero claro, mi aspecto era como el de cualquier otra persona, pero mi vida era algo diferente, en el mundo también hay otras chicas con mi misma historia pero de alguna manera no puedo evitar pensar como hubiera sido mi vida si las cosas en el pasado se hubieran dado de otra manera, ahora no me servía de nada pensar en eso, era solo una forma de perder el tiempo ¿Pero cómo explicarle eso a mi mente? A veces, me quedaba horas en silencio mirando a la nada, solo yo y mis pensamientos, solía ser bastante callada, no intercambia muchas palabras con mis compañeros de escuela, tampoco tenía compañero de banco, así que tampoco tenía muchos amigos que digamos.



Cristina y Fabián me adoptaron en un orfanato de las afueras de Francia en unos de sus viajes por Europa, en ese entonces ellos tenían un par de años de casados y como no lograban tener hijos decidieron adoptar. Me considero afortunada de que dos personas como ellos me hallan criado como una hija, es solo que me hubiera gustado que en verdad fueran mis padres biológicos.
En estos últimos años comenzaba a sentirme como una carga para ellos, un estorbo, hace tres años Cristina logro quedar embarazada de una niña hermosa, y no es envidia lo que yo tenía es solo comenzaba a sentir que ya no pertenecía aquí.



Me encontraba en mi cuarto, estaba sentada en mi cama mirando el reloj que tenía colgado sobre la pared, eran las cinco de la mañana y se suponía que tendría que haberme dormido hace ocho horas, puesto a que hoy tenía que ir a la escuela, pero no lograba dormirme tenía una sensación extraña como un presentimiento, sabía que a esta hora ya no me dormiría, así que decidí darme un baño para ver si me relajaba un poco. 

Me metí debajo de la regadera, y debo admitir que al salir del baño ya estaba más tranquila, aunque el agua estaba algo fría siempre lograba relajarme, salí del baño, abrí mi closet y me puse unos pantalones de jean azules con unas botas de cuero marrones que me llagaban casi hasta las rodillas y arriba una camiseta blanca con un pulóver de color natural, agarre mi mochila y un tapado marrón para ponerme luego, baje por las escaleras de madera y camine por el pasillo hasta toparme con Cristina en la cocina, estaba preparando el desayuno.



- Buenos días - Dijo con una amable sonrisa – Madrugaste – Lo dijo más como una afirmación que como una pregunta.


Solo sonreí y me senté en la mesa, al poco tiempo bajó Fabián con Marisa en brazos.


- ¡Hola mis amores! – Dijo Cris con esa voz que la gente usa cuando le hablan a los bebés y a los perros, ambos se besaron y era esa la típica escena de familia feliz que veía todos los días. Me levante de la mesa.


- Ya me voy – dije


- ¿Tan temprano? – Pregunto Cris


- Si, es que tengo un examen y quiero llegar temprano para repasar los temas. – Mentí, odiaba mentir y más a ellos pero no aguantaba un segundo más allí.


Agarre mi mochila, me puse el tapado y me fui. Eran las seis y media, y mi escuela abría recién a las siete y media, no me iba a quedar una hora esperando en la puerta así que preferí ir a la plaza que estaba a unas dos cuadras de la escuela, suelo ir allí casi todas las tardes para distraerme un poco del ambiente que tenía en casa. 
El sol apenas comenzaba a salir y yo amaba caminar por esta hora del día en otoño, sin dudas era mi estación favorita, las hojas color café cayendo de los árboles que poco a poco iban quedando vacíos.

 Finalmente llegue a la plaza, cruce la calle y camine por un camino de piedra rodeado de árboles, hacia la parte donde estaban ubicados los bancos. La plaza abarcaba toda una manzana, tenía una parte pequeña donde había juegos para los niños y en el resto eran solo árboles, bancos y mesas de material. 
Me senté en un banco, tuve la sensación de que alguien me observaba y comencé a mirar a mí alrededor, pero no había nadie, yo era la única persona allí, de pronto sopló una suave brisa y todas las hojas que se encontraban en el suelo comenzaron a volar con el viento, mis ojos comenzaron a cerrarse involuntariamente hasta que finalmente me dormí en un sueño profundo, era de por sí muy extraño lo que me estaba pasando; yo sabía que estaba dormida y quería despertarme pero no podía, escuchaba todo, sentía todo, pero no podía abrir los ojos ni moverme.
¡Despierta! me grite a mis misma, pero era inútil, mi cuerpo no respondía a mis órdenes.