No tenía idea de cuánto tiempo llevaba así, comenzaba a
desesperarme cada vez más, sentí como unos pasos se iban acercaban cada vez más
hacia mí, hasta que finalmente, no sé como pero recupere el control de la
situación, abrí los ojos rápidamente pero allí no había nadie, saque mi celular
del bolsillo del tapado, para ver la hora, afortunadamente aún era temprano, me
levante y camine tranquilamente hacia la escuela, mientras pensaba una y otra
vez en lo que me había ocurrido.
El resto de la mañana transcurrió normalmente. Salí de la
escuela a las doce y media del mediodía, no me sorprendió no encontrar a nadie
en casa, Cristina solía ir con Marisa a la casa de su hermana todos los días, y
Fabián trabajaba hasta la noche, así que, como dije, no era raro que yo me
encontrara sola. Me dirigí hacia mi cuarto, estaba bastante cansada ya que no
había podido dormir bien anoche. Arroje la mochila al suelo, y así sin más me
tire en mi cama para sumergirme en un profundo sueño.
Caminaba por un camino en el medio del bosque, hacía mucho frio, junto a mi había alguien que sostenía mi mano delicadamente entrelazando
nuestros dedos, era un muchacho, pero no podía ver su rostro. Nuestro aliento
comenzaba a marcarse en el aire, hasta que finalmente comenzó a nevar, él se
detuvo frente a mí y me dio un tierno beso en la frente, aun así no logre ver
su rostro
– Lamento todo lo que paso, pero quiero que sepas que en
verdad te amo, más que a nada en este mundo, solo que… ya no podemos estar
juntos, después de todo lo que te hice, todo lo que tuviste que pasar por mí
culpa. – Dijo, al momento en que una lágrima se me escapaba por la mejilla.
Abrí los ojos, estaba algo confundida jamás había tenido un
sueño así, jamás había tenido uno a decir verdad, siempre que soñaba lo hacía
con cosas que ya había vivido, eran más bien recuerdos de mi mente que se
repetían en mis sueños.
Mire por la puerta de vidrio que daba a mi balcón, aún
era de día, habría dormido unas dos horas aproximadamente, decidí salir a distraerme
un poco, me aburría sola en la casa, tampoco tenía mucho que hacer afuera, pero
era mi estación favorita y pensaba aprovecharla.
Tome mi bolso, coloque mi
cuaderno y una birome, salí de mi casa y me dirigí al gran parque. Al llegar me
senté en el mismo banco que esta mañana, puesto que era el que siempre
acostumbraba, respire profundo el aroma a hojas secas que había en el aire
“simplemente perfecto” pensé.
Saque mi cuaderno y la birome, arranque una hoja e
inmediatamente me puse a dibujar, quería plasmar en un papel aquel sueño. Empecé por los altos pinos seguidos de
aquel largo camino, cada detalle que aún seguía fresco en mi memoria estaba pasando
a ser parte de mi dibujo. De pronto soplo un fuerte viento que hizo que la hoja
se volara de mis manos, me levante casi corriendo tratando de atraparla, pero
esta finalizo en las manos de otra persona.
Tenía el cabello corto de color castaño oscuro, sus ojos eran negros, su
piel era algo trigueña, y era más alto que yo, bestia con un jean azul oscuro y
una campera de cuero negra.
Miro mi dibujo por varios segundos, como si tratara de deducirlo, o algo
por el estilo. Finalmente me miro a los ojos y dijo:
- Creo que esto es tuyo – Yo solo me quede allí, parada, no podía
despegar mi mirada de la suya. Por un momento pude notar que a él le ocurrió
algo parecido, que sus ojos conectaron con los míos, pero luego de unos
segundos cambio por completo su rostro, lo torno más serio, se acercó hacia mí
y me entrego mi hoja.
- Gracias – Le dije con una pequeña sonrisa.
- No ha sido nada – Pude notar que su voz había cambiado. – Por cierto,
mi nombre es Joaquín – Agrego, mientras estiraba su mano para que yo la tomara.
- Samara – Dije mientras correspondía a ese gesto, el tomo mi mano y la
llevo hasta sus labios para besarla, no pude evitar sonreír ante ello.
- Es un gusto – Dijo tras una pequeña sonrisa. – ¿Quieres sentarte? –
Señalo al banco que estaba junto a
nosotros, yo solo asentí con la cabeza, y nos sentamos.
- ¿Dibujas? – Pregunto luego de varios segundos en los que ambos
permanecimos en silencio, pero no era uno de esos silencios incómodos, al
contrario.
- Se puede decir que si – Dije mirado al suelo – No tan bien – Agregue,
para luego levantar la vista y encontrarme con sus ojos.
Continuamos hablando
de muchas cosas, ningún tema en particular. Me comento que vivía en
Barcelona con su padre, pero que por el
momento se iban a quedar aquí, por asuntos de negocios, me contó también que su
madre había fallecido cuando él era pequeño, y que no tenía muchos recuerdos de
ella. Cuando me quise dar cuenta de la hora, ya estaba anocheciendo.
- Tengo que irme – Dije mientras me levantaba del banco, de seguro que
Cris y Fabián ya abrían llegado, y no tardarían en notar que yo no estoy allí.
- Claro – Suspiro profundamente, mientas se paraba justo enfrente de mí.
- ¿Nos volveremos a ver? – Le pregunte con una pequeña sonrisa en mi
rostro. En verdad quería volver a verlo, me resultaba interesante, misterioso,
me distraía mucho a su lado, y disfrutaba su compaña.
- Por supuesto que sí. – Dijo mirándome fijamente a los ojos, para
finalmente darme un tierno beso en mi mejilla.
Creí que acordaríamos un día, y una hora para volver a vernos, pero no
fue así, su respuesta no fue lo que esperaba.
- Bien. – Le dije, algo confundida. Y sin más, me fui.
La poca claridad que había en esta estación del año, comenzaba a
desaparecer, para dar lugar a un cielo negro, acompañado de una luna que daba a
notar que esta noche iba a llover. Ya era tarde, y yo nunca había llegado de
noche a mi casa. Estaba a tan solo un par de metros de la puerta, metí la mano
en el bolsillo de mi tapado para sacar mis llaves, cuando oí unos fuertes
ruidos acompañados de un grito, que provenían de mi casa.